En una casa modesta, donde el tiempo ha dejado su marca en las paredes, Manuela Begazo Palomino recibe una noticia que cambiará su vida. Nacida un 4 de marzo de 1926, ha llegado a los 99 años con la fortaleza de quien ha resistido las adversidades. Hoy, gracias al trabajo y seguimiento de la Municipalidad Provincial de Arequipa, la subgerencia de Programas Alimentarios y Vaso de Leche, accede por primera vez a la Pensión 65.

A unos kilómetros de distancia, bajo el Puente Grau, José Rupailla, de 72 años, también ve un cambio en su destino. Sin familia ni un hogar digno, ha sobrevivido con lo poco que consigue día a día.

Su realidad, marcada por el abandono y la precariedad, ha sido atendida por la comuna, que tras un exhaustivo seguimiento logró incorporarlo al programa.

Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Gabriel Roque sigue recibiendo el respaldo que le ha acompañado durante una década. Beneficiario de Pensión 65 desde hace diez años, ahora también accede a los productos del programa Vaso de Leche y recibe visitas constantes del personal de la municipalidad. Su caso refleja la labor silenciosa pero incesante de los promotores sociales, quienes no solo gestionan nuevos ingresos al programa, sino que también aseguran el bienestar continuo de quienes ya forman parte de él.

Para que historias como estas sean posibles, la Unidad Local de Empadronamiento (ULE) de la municipalidad lleva a cabo un proceso meticuloso: primero, el empadronamiento para obtener la clasificación socioeconómica otorgada por el MIDIS, seguido de una reevaluación municipal que confirma el derecho al beneficio.

Ahora, cada mes, tanto Manuela como José recibirán 250 soles, un apoyo modesto pero vital para aliviar su día a día. Como ellos, otras 27 personas en situación de vulnerabilidad esperan un cupo para ingresar al programa. La labor municipal no se detiene: en lo que va del año, dos adultos mayores han sido incorporados a Pensión 65. El primero fue un hombre que vivía en la ribera del río Chili y que, tras un arduo seguimiento, recibió su primera pensión y el apoyo socioeconómico que tanto necesitaba.

Detrás de cada incorporación hay un trabajo minucioso. El equipo municipal recorre los hogares con un formato de evaluación distribuido por el MIDIS, donde se registran las condiciones de la vivienda, el acceso a servicios básicos, el número de integrantes y si hay alguna discapacidad. Estos datos son la llave que abre la puerta a un derecho fundamental.

Para Manuela y José, la espera ha terminado. Para Gabriel, el apoyo continúa. Y para los promotores de la municipalidad, la labor sigue: porque detrás de cada nombre hay una historia, y detrás de cada historia, un derecho que merece ser garantizado.