Los comedores populares de Arequipa se han convertido en una alternativa para familias que viven en vulnerabilidad económica. En una visita efectuada a estas organizaciones se comprobó que se come rico y barato en estos establecimientos por apenas siete soles.
La Municipalidad Provincial de Arequipa entrega raciones de alimentos a 214 de estos establecimientos en la provincia de Arequipa. De ellos se alimentan a más de ocho mil personas.
En un país en donde la pobreza ha aumentado, los comedores dan seguridad alimentaria. La municipalidad, bajo la gestión del alcalde Víctor Hugo Rivera Chávez, asegura el abastecimiento de raciones durante los doce meses del año. En años anteriores, la cobertura llegaba al décimo mes.
Llegamos al comedor Los Milagros de Ciudad Municipal liderado por un grupo de mujeres valientes.
Elizabeth Copacondori es una de ellas, impulsa el comedor con mucho entusiasmo. Madre de dos pequeños, Elizabeth comienza su día temprano, alrededor de las 9:30 de la mañana. Junto a dos compañeras, inicia la preparación del menú diario pelando y picando verduras. Para el mediodía, todo está listo: una sopa caliente, un plato de fondo sustancioso y agua. De su sazón dependen entre 50 y 60 comensales.
Sin embargo, el esfuerzo, tras cada plato, va más allá de la cocina. El comedor carece de agua potable, lo que las obliga a depender de tres tachos de 70 litros que llenan diariamente en una pileta pública. Su jornada, que termina alrededor de las tres de la tarde después de lavar platos y limpiar el local, no concluye ahí. Elizabeth y sus compañeras se organizan para planificar el menú del día siguiente.
“Tenemos cuatro abuelitos y una persona con habilidades especiales que reciben el menú gratuito. Saber que ayudamos a quienes más lo necesitan nos impulsa a seguir”, comenta Elizabeth con emoción.
El impacto de la unión comunitaria
El comedor Los Milagros no opera en solitario. Cuenta con un almacén y una junta directiva integrada por 15 socias que coordinan las actividades y distribuyen los recursos. Además de casos sociales, reciben insumos básicos como gas, lo que les permite preparar platos nutritivos como lentejas con pescado, hígado apanado o tallarines rojos.
Un apoyo fundamental para su funcionamiento proviene de la Comuna Provincial de Arequipa, que a través de la Subgerencia de Programas Alimentarios y Vaso de Leche, entrega alimentos no perecibles de manera trimestral. Este respaldo es clave para que puedan continuar con su invaluable labor, garantizando que las despensas se mantengan abastecidas.
El esfuerzo de mujeres como Dina (33), Rosa Soto (42) y Gregoria Kana (45), miembros activas de la asociación Apipa en el distrito de Ciudad Municipal, es un reflejo de la fuerza colectiva. Su trabajo no solo satisface necesidades básicas, sino que también fortalece los lazos de la comunidad.
Historias de esperanza en otros comedores
En otras zonas de Arequipa, el compromiso se multiplica. En el comedor Jesús de Nazareth, ubicado en la Asociación Urbanizadora José Luis Bustamante y Rivero, unas 40 personas encuentran un lugar donde sentirse acogidas. Nemecia Patiño, su fundadora de 57 años, lo describe con ternura: “Me llena de alegría servir a los niños y adultos mayores. Aquí, entre risas y conversaciones, se forma una verdadera familia”.
Por su parte, en el comedor Corazón de María, en la Asociación Villa Tambo de Yura, la rutina no es menos intensa. Con ocho años de funcionamiento, sus 16 integrantes, entre ellas Carmen (36), se esfuerzan diariamente para alimentar a 45 personas, incluidos cinco abuelitos que reciben el menú gratuito.
La falta de agua: un desafío que no frena la solidaridad
A pesar de los logros, la falta de agua potable sigue siendo un obstáculo común. En el comedor Señor de Huanca, en Cerro Colorado, 20 mujeres trabajan arduamente para transportar y administrar 1,100 litros de agua, suficientes solo para tres días. Este desafío, lejos de desalentarse, fortalece su determinación de seguir ofreciendo apoyo a los más necesitados.
Estos comedores populares no solo brindan alimentos, sino que también se convierten en espacios de apoyo emocional y social. Para sus integrantes, estas labores significan mucho más que un trabajo: son un propósito de vida, una oportunidad para transformar realidades y compartir esperanza.
En Arequipa, los comedores populares son un testimonio vivo de cómo la unión, el esfuerzo colectivo y la solidaridad pueden superar la adversidad.